lunes, 12 de mayo de 2008

Erupción volcánica


Escribe Eugenio Vogel, académico.

El sufrimiento de nuestros compatriotas que han tenido que evacuar la zona del volcán Chaitén, dejando atrás años de esfuerzo pionero, es la imagen fuerte de la más reciente erupción volcánica en nuestro país.
No es posible aventurar pronósticos acerca del comportamiento de este volcán que nadie nombraba hace un par de semanas. De continuar la erupción del Chaitén como hasta ahora, ésta tiende a parecerse a la del Tambora (Indonesia 1815), la del Chichón (México 1982) y o la del Pinatubo (Filipinas 1991). Volcanes por siglos dormidos, explotando repentinamente y enviando a la alta atmósfera grandes cantidades de aerosoles.
Por ahora estamos viendo los efectos inmediatos: La ceniza que contamina cursos de agua, inutiliza praderas y causa la muerte de animales. Imposible saber aún si habrá importante emisión de lava, la que podría durar meses escurriendo y arrasando con lo que encuentre en su lento andar.
Las emisiones de grandes cantidades de pequeñas partículas, a kilómetros de altura, podrían producir un enorme quitasol para el hemisferio sur, cuyo peor escenario es una prolongada temporada fría, dependiendo de cuándo cese el tipo de erupción actual.
Entre los gases usualmente emitidos en toda erupción volcánica está el dióxido de azufre, el cual reacciona químicamente en la atmósfera produciendo ácido sulfúrico, el que viene a tierra con las precipitaciones. Esta lluvia ácida es también dañina.
Los efectos de que hablamos no son sólo locales para Chile, son válidos para buena parte del planeta. Basta con examinar lo ocurrido en su momento con las erupciones de los tres volcanes antes mencionados.
Chile es uno de los países más volcánicos del mundo, sin embargo, estoy seguro que si hacemos una encuesta entre nuestros egresados de enseñanza media acerca de cuánto saben de volcanes, la estructura interna del planeta y de otros fenómenos telúricos, descubriríamos que estos temas no son importantes en nuestros planes de enseñanza.

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