viernes, 23 de mayo de 2008

Combate Naval

Escribe Guillermo Vásquez, senador


Quizás la mejor definición para el Chile futuro se encuentre en la lección dejada por el Combate Naval de Iquique.
Los principales actores nacionales, Prat y Condell, como los personajes de la magna obra de Cervantes, actuaron en sentidos distintos pero absolutamente complementarios.
Prat fue el hombre del deber cumplido a través del sacrificio; su arenga se cimentó en su ejemplo, incitando a la nación entera a sumarse al esfuerzo bélico que no comprendía o con el cual no concordaba. Condell fue el comandante pragmático, astuto, realizador, que hizo encallar a la Independencia en lo bajíos de Punta Gruesa, con lo que restó a la fuerza naval peruana prácticamente el 50% de su poder ofensivo. En el mar de Iquique el rumbo de la conflagración cambió y, probablemente, fue el germen del resultado de la guerra.
Sin Prat, Chile no se habría movilizado. Sin Condell, posiblemente las fuerzas chilenas no habrían podido ser transportadas por vía marítima, dado el potente poder de fuego del Huáscar y la Independencia obrando en conjunto.
Las enseñanzas de estos dos históricos gigantes son un llamado al país de hoy. Ambos nos ilustraron lo que debe ser nuestro accionar venidero.
En primer lugar, la unidad en la acción. Si Prat no hubiera enfrentado al Huáscar, éste habría quedado liberado para actuar combinadamente con la Independencia y Condell no habría logrado su excepcional triunfo. Sin el holocausto de Prat, nuestro sentido de nación no habría despertado. Sin la victoria de Condell ese sentido no se habría transformado en posteriores acciones concretas que permitieron el éxito final.
Independientemente de nuestras posiciones religiosas, políticas o valóricas, Chile requiere una impronta de unidad incentivadora del desarrollo social, económico y cultural que tenemos al alcance de la mano.
Para que nuestros hijos y nietos vivan en un país donde vale la pena cobijarse, concordado objetivos y metas ambiciosos y a su vez realistas, debemos trabajar incansablemente para ser una nación de mayor crecimiento, más justa y con valores sociales que den abrigo a una sociedad física, moral y espiritualmente más sana.
El Combate Naval no sólo es gloria histórica. Es, sobre todo, un sueño para el mañana.

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