jueves, 15 de mayo de 2008

El cuento del tío


Escribe Mario Rotta , periodista

Todas las especies, desde los mosquitos hasta los hipopótamos, sobreviven gracias a su destreza en la obtención de alimentos y en la habilidad, con algo de inteligencia necesaria agregada, para comer sin ser comidos. O comer sin esforzarse mucho en cazar una presa.
En esta tarea por sobrevivir, no siempre le va mejor al más grande o rápido en la huida. Una hormiga, siempre multiplicada por cientos o miles, es más fastidiosa que un perro ladrón de gallinas. Por ejemplo.
El humano siempre fue, y continúa igual, bastante desvalido en sus condiciones físicas para la defensa y, sin embargo, se las arregló lo más bien con un cerebro y manos libres para manejar herramientas y otros elementos accesorios hasta transformarse, él por el que nadie daba un peso, en el ser más peligroso que habita este planeta. Dos condiciones básicas lo ayudaron: las manos libres para quedarse con lo que no le pertenece ni ha producido con ellas y un cerebro para trabajar con el Cuento del Tío. Entre otras cosas, por supuesto.
En la inercia de mi pacífica vida campesina, a la que llegué luego de ser un perfecto patiperro, he desarrollado algunas habilidades absolutamente poco productivas, pero que me divierten, como coleccionar calendarios que me regalan familiares y amigos. Y tengo varios con pequeñas biografías acompañadas de fotos, de próceres y personajes que se han destacado en algunas habilidades intelectuales y de las otras. No voy a dar nombres por respeto a la amistad y admiración que tengo por muchos de los que allí aparecen pero, junto a ellos, hay más de uno, bastante más de uno, que el mejor homenaje que merecían por su obra era, en el mejor de los casos, la foto del carné de identidad.
O, tal vez, están allí por haber sido hábiles en esa ciencia tan de moda en nuestra cultura que coloquialmente se llama "El cuento del tío". O estar en el lugar adecuado, en el momento oportuno, y sonreírle a la foto. Digo yo.

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