sábado, 3 de mayo de 2008

Día del Trabajo


Escribe Manuel Camilo Vial, obispo.

El jueves, recientemente pasado, una numerosa concurrencia, constituida por autoridades, empresarios, trabajadores y trabajadoras, sacerdotes y varios cientos de feligreses, llegamos a la Parroquia Jesús Obrero, la "casa de Dios", para celebrar la fiesta de San José Obrero, humilde carpintero; y al hacerlo recordamos la profunda solidaridad y compromiso de la Iglesia con todos los trabajadores y trabajadoras del mundo entero en este 1 de mayo de 2008. Como lo he expresado muchas veces, la Iglesia no puede olvidarse de su origen, de su cuna. Jesús, es el hijo del carpintero José, que con su humilde trabajo de la madera alimentó al Hijo de Dios y a su madre María.
Elevamos nuestras súplicas a Dios, para que ilumine a los chilenos para descubrir el verdadero sentido de nuestras acciones y nuestro trabajo, que sin duda, Dios planificó para nuestro bien, para nuestra realización como personas y nuestra felicidad, como lo sostiene el relato de la creación, que escuchamos en la primera lectura; pero, desgraciadamente, hoy somos testigos de las muchas distorsiones de ese Plan de Dios y que son causa de los sufrimientos de muchos trabajadores y sus familias en nuestros días.
Las razones, las hemos compartido muchas veces: trabajos poco dignos, salarios bajos, poco éticos, leyes laborales inadecuadas para los tiempos que vivimos; desperfilamiento de los sindicatos y organizaciones de los trabajadores, individualismo, egoísmo, politización e ideologización en el tratamiento del tema, últimamente la falta de diálogo y la violencia.
La Palabra de Dios, que nos fue proclamada en el Evangelio, y mi comentario como Pastor de esta Diócesis quiere ser una ayuda para descubrir el mensaje que el Señor nos quiere dar, para reanimarnos en la fe y fortalecernos por la lucha de nuestros ideales, para crear condiciones más justas para todos los trabajadores y trabajadoras del mundo que les permita vivir con dignidad y ser felices junto a los suyos.

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