viernes, 30 de mayo de 2008

Derechos negociables

Escribe Mario Rotta

Kafka retrató un absurdo e insensato mundo partiendo de su experiencia como burócrata de una oficina en la que se tramitaban documentos negociables y necesidades del prójimo. Lo que siempre se ha llamado burocracia, un fenómeno social que permite, por un lado, esquilmar los bolsillos de los que caen en la red de los negocios y necesidades de intercambio y, peor aún, aquellos que en su condición de seres humanos sociales requieren documentos mercantiles y otros exigidos por las normas de convivencia social, que les permitan sobrevivir en la selva de la llamada civilización humana.
Sin embargo, pienso que Kafka fue un privilegiado al nacer a fines del 1800 y morir a poco andar el siglo pasado pues a los kafkianos que nos desenvolvemos en la civilización actual, burocracia y comercio a gran escala mediante, la realidad nos somete a experiencias, mucho más aniquiladores de las considerada por el sentido común, como condición para no transformarse en el bicho harto espeluznante que retrató el genial y socialmente amorfo escritor checo. Hoy a la víctima no sólo le esquilman el fláccido bolsillo si no, además, la obligan a pagar por cada paso que da en busca de un papel.
Los trámites de créditos bancarios, venta de vehículos, lugares habitables para humanos, o cualquiera otro bien comerciable o social, con valor monetario agregado, se transforma en un interminable ejercicio de fenómenos sociales negociables organizados con tal prolijidad de telarañas por aquellos que viven del sistema, que el sencillo mecanismo de nuestros antepasados de dar un bien y recibir por él un pago en otros bienes o monedas, se transforma en una telaraña en el que ambas víctimas, el que vende y el que compra, son esquilmados elegantemente por una parte o el total de lo transado. Bancos, abogados, notarios, facilitadores, publicistas, agentes, más todo una conglomerado de ayudantes que los representan son la gran telaraña por la que se mueve ese bicho tan bien diseñado por Kafka como símbolo del nacimiento de la sociedad actual.
Kafka estaría de acuerdo conmigo en lo dulce que era cambiar la manzana que te daban para el Kinder, por el beso de una compañerita con la que luego te casabas cuando adulto.

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