miércoles, 30 de julio de 2008

Víctimas de furia

Escribe Ulises Valderrama


Pareciera que hemos perdido la capacidad de asombro al leer, sin conmovernos, acerca de la creciente cantidad de personas muertas, víctimas de la furia, la ira y la irracionalidad.
Olvidamos, probablemente, el impacto de aquella madre que mató, hace unos meses, de setenta puñaladas a su bebé recién nacido. Se trataba de una mujer joven que no quería la maternidad.
Ahora se nos informa que otra menor, de diez años, fue muerta a consecuencia de los golpes que le propinó su propia madre, porque no ella quería leer un libro.
O ¿quién podría olvidar a ese padre enfurecido que tiró desde un séptimo piso a su hija pequeña mientras la víctima gritaba: "no lo hagas, papito"?
En fecha reciente, un chofer de la locomoción colectiva fue golpeado por los usuarios, muriendo en el hospital a consecuencia de esos golpes.
Y qué decir de los abortos que son muertes silenciosas que no ocupan lugar en los titulares de los medios de comunicación, pero que objetivamente son crímenes que dejan una marca indeleble en la conciencia de quienes los provocan.
Una sociedad violenta e intolerante se está (¿o estamos?) incubando. "Algo" pasa cuando estos ejemplos se repiten una y otra vez. Se destacan, en la reflexión colectiva más profunda, los valores que identifican al "alma de Chile". Pero cuando esos valores son golpeados por muertes que claman al cielo, como los casos señalados, muy bien podemos preguntarnos qué sucede y qué hacer.
Una primera respuesta se relaciona con el individualismo. Eso de que cada uno haga lo que le venga en ganas, porque la norma moral la decide cada individuo provoca estos estragos.
Otra razón sería el excesivo énfasis en "los derechos de las personas", olvidando lo restrictivo y sano que es la práctica de "los deberes de las personas". Y entre esos deberes, está el fundamental de respetar la vida.
Una tercera respuesta podría ser la competitividad en que nos insertamos, haciendo de nuestro mundo un espacio menos humano y menos solidario. ¡Piénselo!

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