viernes, 4 de julio de 2008

La pena del delito

Escribe Eduardo Álamos.


La ciudadanía muestra sorpresa y temor, ante la reacción del sistema ante los delitos que afectan la vida, en general. Es un hecho, una realidad, cualquiera sea los motivos o las causas para explicarlo. Las conductas demostradas por delincuentes demuestran alta peligrosidad; el uso de fusiles de guerra, de armas automáticas, de pandillas organizadas, de verdaderos métodos o formas de vida de familias enteras dedicadas el pillaje, a la caza de jóvenes en locales nocturnos, al robo de automóviles desde lugares que se cree seguros estacionamientos, en fin, ya casi nada asegura que no seamos la próxima víctima. Y en ello no hay diferencias ya que el asaltado puede ser un descuidado transeúnte, una dueña de casa, un joven, un boxeador, un policía, un gerente, o un juez. No se necesita ser un avezado sociólogo para darse cuenta que la delincuencia de los años 60, es completamente distinta a la de ahora. ¿Cuáles son las causas de ello? Deben ser muchas, incluso hasta aquella que permite que la investigación del crimen de un cantautor muerto, con 44 tiros, aún permanezca sin ubicar a sus autores, no por justicia, sino por simple humanidad. Por eso, hoy día en que nos empinamos en una realidad donde impera la ciencia, la tecnología y las comunicaciones, el ciudadano opina y califica los servicios que recibe del Estado, y por ello, no debe estar lejano el momento en que la decisión de estas materias, como la cuantía de los castigos por los delitos que afectan la vida, o la propiedad y otros bienes jurídicos de las personas, considere y tome en cuenta la opinión de la ciudadanía. Allí se decidirá que bien es más importante que otro, y ello tiene tanto significado social que no puede dejarse sólo a la opinión de expertos, ya que no sabemos que intereses representan. Lamentablemente, el sistema sigue desconfiando de la gente, que dice representar.

1 comentario:

Makeka Barría dijo...

Lamentablemente esta oleada de delincuencia se debe a la debilidad de la justicia misma, a la puerta giratoria de la que somos víctimas la gente honrada y de la que siempre he señalado y que parece que a nuestras autoridades no les interesa.}Mientras haya justicia blanda hacia los delincuentes, esta no parará tan fácilmente, va en aumento como hemos podido ver y no hay vuelta atrás.