martes, 3 de junio de 2008

¿Un botín?

Escribe Gustavo Cuevas Farren


Todos los partidos políticos se encuentran entregados —frenéticamente— a la tarea de diseñar las estrategias y a completar los equipos de candidatos con el fin de alcanzar el control de las municipalidades del país y, a través de este control, conservar o incluso mejorar su peso electoral nacional y el consiguiente poder político que es su consecuencia. Así, con esta preocupación, hasta el propio Ricardo Lagos ha reaparecido en su rol de líder natural de la Concertación, con el fin de impedir que ésta coalición, desunida, presente dos listas distintas de candidatos, y la Alianza, por su parte, temerosa de perder el control de la alcaldía de Santiago, parece dispuesta a inscribir como su candidato a quien, hasta hace poco, no tan sólo militaba en la Concertación sino era un dirigente político vigorosamente opuesto a la misma Alianza.
Observamos, en todo caso, que este frenesí partidario no tiene como su objetivo principal que las municipalidades mejoren su gestión al servicio de los intereses de su comuna, sino tan sólo se busca reforzar y consolidar la presencia e influencia del partido en dicho ámbito, y continuar entonces disfrutando de los halagos y beneficios del poder.
Creo que así de simple es la realidad que ha provocado el deterioro ético y económico que hoy aflige a no pocos municipios en el país, con alcaldes procesados o destituidos, arcas municipales prácticamente vacías y una comunidad insatisfecha del aporte municipal.
Esto, porque la politización aguda que hoy experimenta el gobierno comunal frena de verdad las posibilidades de lograr un desarrollo autónomo, técnico y solvente de cada uno de estos gobiernos.
Urge entonces atacar frontalmente el problema e impedir que continúe esta extrema politización, diseñando y aplicando una reforma integral en la institucionalidad municipal.

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