lunes, 23 de junio de 2008

Estado y razón

Escribe Juan Manuel Fierro, académico.


En abril de 1812, fray Camilo Henríquez escribía en "La Aurora de Chile" lo siguiente: "La práctica de las ciencias sólidas, y el cultivo útil de los talentos es inseparable de la grandeza y felicidad de los estados. No es el número de los hombres el que constituye el poder de la nación, sino sus fuerzas bien arregladas, y estás provienen de la solidez, y profundidad de sus entendimientos". Las universidades públicas, aquellas pertenecientes al Estado de Chile, han incorporado, desde sus fundación, esta filosofía. Hacia 1842 el país pudo plasmar este propósito al fundar la Universidad de Chile, testimoniando la voluntad del Estado en orden a convertirse en el soporte de un esfuerzo que, sin distinciones de ninguna especie, debía permitirnos ilustrar, educar y promover a aquellos que pese a disponer de talentos, no contaban con los apoyos para desplegarlos.
El financiar un proyecto de estas magnitudes estuvo, desde el principio, asociado a la idea que sin la presencia del Estado, el país no podría desarrollarse. No es necesario insistir en las enormes transformaciones experimentadas, durante las tres últimas décadas, por el sistema de financiamiento de la Educación Superior en Chile; sin embargo, la necesidad de enfrentar las desigualdad, garantizar la diversidad y continuar promoviendo la movilidad social, representan tareas absolutamente vigentes que, en las actuales condiciones y con los apoyos disponibles, son cada vez más difíciles de atender por las universidades pertenecientes al Estado.
El Estado de Chile y sus gobiernos debe saldar una deuda moral y ciudadana comprometiéndose efectiva y equitativamente con sus universidades, alejando de ellas la amenaza de la disolución o la muerte por asfixia. No es razonable dejar libradas a su suerte o a un régimen de competencia desigual a estas instituciones. No es posible exigir calidad y responsabilidad social cuando quién debe contribuir al logro de esta tarea —el estado y sus gobiernos— se mantienen a la distancia o pretenden con una confusa retórica diluir su responsabilidad.
Las universidades estatales fueron concebidas como instituciones garantes de un bien social y responsables de lograr una rentabilidad del mismo carácter. No se fundaron sólo para reclutar personas a quienes se les dota de oficios y profesiones, sino para generar conocimiento y formar ciudadanos conscientes y contribuyentes al desarrollo nacional.

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