lunes, 4 de agosto de 2008

Mendrugos


Escribe Juan Manuel Fierro, académico

Tenemos que volver a los lugares sagrados, afirmó, a los espacios de la memoria, en donde podíamos reconocernos por la simpleza de lo que éramos o de lo que pretendíamos ser. Quizá allí estén todavía los amigos sentados en la mesa, amasando un nuevo tiempo, saboreando la nostalgia de nuevos desafíos.
Cada ejercicio de la memoria es una acto de reconstrucción, me dijo, por eso, en medio de las aguas del invierno, nos sentimos flotar con la debilidad de una hoja seca a merced de los caprichos del sol. Entonces tratamos de volver al calendario de nuestras vidas y florece, en el recuerdo, un tiempo de banderas y una galería de rostros juveniles, que hoy se nos aparecen arrugados, haciendo con resignación el camino de regreso, con los resecos ideales bajo el brazo, desangrándose por un mendrugo de poder.
Las noticias nos dicen que la guerra continúa. Es verdad, quién dijo que las cruzadas habían terminado. El imperio pretende ordenar el mundo como una caja de tomates, pero la vida de siempre, la nuestra, reclama un tránsito distinto, un espacio sencillo, sin charlatanes. Algunos, como conejos de mago, pasean por el circo su ridículo y efímero poder de candidato, cancelado en cuotas incómodas, en compromisos de chatarra. Por eso saboreo con más deleite mi trozo de pan y disfruto intensamente de la sonrisa amiga. Vivo más en silencio, me dijo, apartado del bullicio y convencido de que cada minuto junto a los que se ama, es una fortaleza ante ese otro mar de escalofríos cotidianos.
El tiempo es un cazador solitario mi amigo y suele confundirnos con sus muecas. Por eso que al morir el día, tenemos la sensación de que somos sobrevivientes y entonces, en medio de la marejada, nos preocupamos por constatar si nuestras volátiles pertenencias y los seres amados todavía están. Qué puede haber más importante que una mano y una boca amiga que te guía por la vorágine del calendario.

No hay comentarios: