martes, 5 de agosto de 2008

Jugador tramposo

Escribe Eduardo Alamos


En la cotidiana tarea de acceder a los bienes para satisfacer las necesidades, se generan las irritantes diferencias de la opulencia y la pobreza. Los que tienen mucho y los que no tienen nada. Resolver estos problemas no es fácil, desde el comunismo hasta el liberalismo dan recetas. Hoy, prima el sistema de mercado. Claro que no todo se transa allí ni todos pueden participar, por lo tanto, el Estado se hace cargo de las debilidades y entra a corregir. El sistema debe permitir que todos los oferentes puedan ingresar, sin trabas, siempre aumentando el número de oferentes de bienes y servicios y los consumidores sean grandes masas de personas independientes que se puedan relacionar con la oferta de igual a igual. Funciona sin monopolios, sin prácticas desleales, sin acuerdos previos. Para que funcione, debe ser transparente. Así como daña al país un monopolio que fija precios para beneficio del dueño, también daña el que introduce productos falsificados. Pero como en todo juego, yo no puedo conocer las cartas de mi contrincante. En el mercado no puede haber jugadores que estén informados de las condiciones futuras. Si alguien, por alguna razón, cuenta con información de las condiciones del juego, no puede participar en él, y debiera ser castigado con el mismo rigor que la ley castiga a quien usa una factura falsa. Atenta en contra del interés social quien conoce de antemano que mañana bajará el precio de una cierta moneda, o que es informado, por anticipado, que deberá hacerse una gran construcción en una cierta calle, y se adelanta para comprar todas esas propiedades, para venderlas al precio fijado por él. La economía de mercado no funcionará y tendrá la desconfianza de la gente, mientras estas conductas sean miradas como una "gracia" o "viveza" de algunos, y no como son, verdaderamente, delitos de la mas baja estofa, porque atentan contra el sistema que es el medio de distribución de bienes. No puede haber riquezas formadas por estas conductas. Antes se les llamaba piratas.

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