martes, 29 de abril de 2008

Tierra de los inocentes (Viviane Arens)


Once upon a time, en una lejana tierra, había un reino de muy simpáticas características: desde el rey hasta el más humilde siervo de palacio, eran inocentes.
Si queridos amiguitos, es tal como vais a escuchar.
Sucedió que apenas asumió trono la dinastía de los Concertacianos del Buen Pasar, Inocencio Primero abrió puertas y ventanas de palacio para que todo aquel que poseyera esta característica: inocencia, entrara por ellas a discreción.
Así, paso el tiempo y el reino comenzó a llenarse de vasallos altos y bajos, gordos y flacos, morenos y blancos, en fin, la pinta era lo de menos, mientras fueran transparentes, candoroso y expertos en magia.
El pueblo estaba feliz. Por fin sus monarcas podían intercalarse unos con otros con sólo mover la varita mágica.
Si queridos niños, eran tan buenos magos que hacían desaparecer puentes, trenes y carruajes, sin que nadie nunca jamás supiera donde fueron a parar… Es mas, un día inauguraban un sanatorio y abracadabra al otro día éste ya no estaba o inauguraban una estación de tren y ups desaparecía al poco rato. O podían hacer que hasta los mismísimos muertos hicieran deporte y cobraran monedas de oro.
Aun más, eran tan buenos que solventaban dos veces al mismo discípulo y tan mágicos que nadie descubría como lo hacían de modo tan real. Lo mismo nadie descubrió jamás como hacían para sacar el IPC tan bajo cuando el precio de especias en los bazares eran tan alto. Y mejor, con un par de movimientos hacían desaparecer tantos ladronzuelos y miserias. Eso sí, a los vasallos que usaran los carruajes reales para vender fruta, los colgaban en la plaza.
En fin, así paso el tiempo y uno a uno los monarcas de esta dinastía traspasaba el mando con tal devoción por sus vasallos que hacían cualquier cosa por mantenerse en el trono con el único fin de seguir repartiendo alegría, candor y magia… ¿Qué tal? Bueno y como se sabe paso por un zapatito roto y este cuento tiene para rato…O no?

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